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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 5.

Capítulo 5.
Los comentarios se agradecen hahahaha. Que disfrutéis del capítulo.
Beatriz:
Me levanto de la cama sobresaltada, acabo de tener un sueño, un espantoso y terrorífico sueño. Vuelvo a caer sobre la cama, es de noche todavía. Vuelvo a recordar la pesadilla: estaba en un  bosque y sin saber por qué, corría, no se oía nada, solo mis pisadas y algunas que otras ramas que crujían debajo de mi cuerpo. No sabía por qué, pero estaba segura de que algo siniestro me perseguía. Me caí encima de las ramas y sentí cómo éstas me cortaban. Ya no podía más. Un aliento frío como el hielo me susurró a la espalda unas palabras que se quedarán petrificadas en mi mente.
-Hagas lo que hagas, corras lo que corras, nunca escaparás de mí. Ni Daniel, ni tu padre te podrán salvar del destino que te espera.-Vuelvo a abrir los ojos, la oscuridad ahora me asusta. Enciendo la luz  y me acurruco debajo de mi manta, llorando por primera vez después de tantos años. Antes, una pesadilla no me hubiera hecho llorar, pero después de que mi padre dijera quién era yo, en realidad, después de que esa gente me mirara con odio, después de haber  visto a Daniel pegándole puñetazos, con todas su fuerzas, a un saco de boxeo, en el gimnasio mientras intentaba aguantar unas lagrimas de impotencia, siento miedo hasta de mi propia sombra. Parezco fuerte, soy sarcástica y mil cosas más, pero realmente eso solo es una estúpida fachada. No quiero tener miedo, pero sé que Daniel estaba así no porque a él le fuera a pasar algo, sino porque me podría pasar a mí. Cierro los ojos y vuelvo a recordar, pero ahora no es un mal sueño, sino la más cruda y verdadera realidad:
“-No lo entiendes, Beatriz -decía él, parando el saco de boxeo, quitándose la camisa de la escuela que estaba empapada en sudor, dejándola en una esquina y apretando bien fuerte los guantes para volver a darle al saco. Había estado dos horas pegándole a ese saco rojo y viejo mientras yo lo observaba desde el potro-. Yo no tengo miedo por mí, yo soy lo bastante fuerte como para defenderme, pero solo estamos Arthur y yo para cuidarte a ti. Si nos despistamos un momento, o sale de algún lado alguien que es más fuerte que nosotros, no te volveré a ver el pelo y te aseguro que tú no volverás a ver nada.
-No te preocupes, no me va a pasar nada, ya viste lo que le hice a Úrsula. Si pude con ella, podré con cualquiera.
-Beatriz, no conoces a la gente que está allá afuera.-Me mira con esos ojos verdes, con el pelo alborotado y con el pecho al descubierto y siento que algo se vuelve a mover en mi interior. Se quita los guantes, coge una toalla y se la cuelga al cuello mientras se acerca y posa sus manos en mis muslos-. Ellos pueden hacer cualquier cosa, ¿me oíste? Cualquier cosa con tal de que tu familia desaparezca. Ten cuidado, no confíes en nadie que no seamos nosotros, ¿lo entiendes? -Yo asiento y él se va a la ducha del gimnasio.”
Abro los ojos, sintiéndome rara. Me bajo de la cama y miro por la ventana, las lágrimas siguen cayendo. Salgo de la soledad de mi habitación para encontrarme con el oscuro y frío pasillo; camino sin rumbo, sola. Siento cómo el miedo me vuelve a invadir y me siento en el suelo, abrazándome, pensando en lo idiota que he sido saliendo de mi habitación. Allí no me hubiera pasado nada, hubiera estado sola, pero en la comodidad y tranquilidad de mi espantoso cuarto. Algo me toca un brazo y suelto un grito.
-Eh, tranquila, no te voy a hacer nada, ¿estás bien? Soy Laura, tú eres Beatriz, ¿verdad? -Por alguna razón los ojos amarillos de esa chica me tranquilizan. Sigo llorando, sé que nada, absolutamente nada, va a hacer que pare. La chica se agacha y se sienta a mi lado-. ¿Por qué lloras? -No respondo, sé que ella no me va a comprender. No sabe todo lo que percibo, no sabe cómo me mira la gente, no sabe nada, pero sé que su pregunta no es como la de las demás chicas; no es para contar un chisme, sino para que me desahogue de mi mal-. Ya sé, no me conoces de nada, siento ser tan cotilla, pero no quiero verte mal.-Y he ahí la confirmación de mis sospechas.
-La-laura, ¿te importari-ría acompañar-ñarme a mi-mi habita-tación? -pregunto entre sollozos. Ella se levanta, me extiende una mano. Yo la acepto, ella se coloca a mi lado y no me suelta hasta que llegamos a una habitación y sé que no es la mía porque toca varias veces antes de entrar. Alguien abre la puerta y al verme me abraza y me entra en la habitación. Sé que Laura se ha ido porque la oigo decir adiós y cerrar la puerta. La persona que me tiene entre sus brazos hace que levante la cabeza, haciendo que me encuentre con los ojos color ámbar de Arthur. Intento apartar la mirada, ya que no quiero que me vea así, pero él me aguanta la cabeza con la mano.
-¿Qué te pasa? -Niego, ya que no quiero contárselo, me niego-. Beatriz Scarlett…
-No-no me llames po-por mi nom-nombre completo.-Lo corto.
-Pues dime qué te pasa. Jamás pensé que te vería llorar.-Me encojo de hombros e intento apartarme de él, pero es imposible, está pegado a mí como una lapa-. Beatriz, dime…
-No-no quie-quiero.
-Quédate aquí, voy a buscar a Daniel.-Por fin me suelta, abre la puerta y desaparece cuando se cierra tras de sí. Miro la habitación en la que no he estado antes, no se parece a la mía; supongo que está decorada al gusto de Arthur. Las paredes son azul claro, la cama es grande con un edredón azul oscuro. En la pared tiene fotos, en la mayoría sale él. Las cortinas van a juego con el edredón de la cama, tiene una estantería con muchos libros encima del escritorio que es blanco y tiene un ropero del mismo color que este.
Camino hasta la cama y me meto debajo del edredón que ya está arrugado; poso la cabeza encima de la almohada y noto que tiene el olor de Arthur en ella; cierro los ojos, pero las lágrimas siguen cayendo, intento pensar en que nada está mal, que ese sueño no es verdad, pero por alguna razón no me lo creo. La puerta se vuelve a abrir, no abro los ojos, ya qué sé quién está ahí.
Alguien se mete en la cama y me abraza; ahora sí que me siento protegida, abro los ojos y no sé por qué me esperaba a esa persona en vez de a la que le pertenece la habitación.
-¿Qué te pasa? -Me pregunta mirándome a los ojos. Casi no puedo distinguir nada de su cara por culpa de las lágrimas. Niego, ya que sin saber por qué un nudo me presiona la garganta. Acurruco la cabeza en su pecho, intentando que no vea mi cara, pero me siento patética, tanto si la mira como si no, y aunque sé que en sus brazos voy a estar más segura que en cualquier lugar de este planeta, me aparto y me levanto de la cama. Arthur me mira impotente y yo me siento como una bruja por ser así con ellos, pues aunque apenas me conocen, han hecho lo imposible para que esté bien. Salgo de la habitación esquivando a Arthur; éste intenta cogerme, pero le cierro la puerta en las narices y salgo corriendo. No pienso en que estoy sola, no pienso en que realmente esto no tiene sentido ya que yo nunca he querido estar con gente, no pienso en que soy idiota por tenerle miedo a una pesadilla y a todo lo que me rodea, no pienso en nada, solo corro hasta que llego a la entrada del internado, abro las puertas y salgo fuera, pero al ver todo lo que me rodea me vuelven las lagrimas con más fuerza. Yo no había visto la parte exterior del edificio y, al reconocer el lugar, un escalofrío me recorre la columna vertebral. Mi pesadilla, la voz, el bosque oscuro, todo está ahí. Las palabras de aquel ser vuelven a mi mente y cuando alguien me arrastra al interior del edificio un grito se cuela entre mis dientes y caigo al piso-. ¡Por Dios, Beatriz! ¿Qué te pasa? -Me tiro en sus brazos y me arrepiento de haber salido de ellos hace un rato.
-Odi-dio este lu-lugar. Odi-dio senti-tirme así. Odi-dio te-tener mie-miedo. Odi-dio ne-nece-cesitarte -digo muy a pesar de mí. Él me levanta en brazos y me lleva a mi habitación, me mete debajo de la manta, apaga la luz, se sienta en la cama, se quita los zapatos y se mete conmigo debajo de la manta, abrazándome por detrás y haciendo que el sueño venga a por mí enseguida.
-Cada vez que tengas miedo, cada vez que necesites a alguien, para cualquier cosa, siempre llámame a mí, que seré cualquier cosa que tú necesites.-Las palabras de aquella voz espeluznante fueron sustituidas por las palabras de la voz más dulce que jamás ha escuchado nadie. Cierro los ojos y me dejo arrastrar por la inconsciencia.
-Beatriz, venga, levántate que llegamos tarde.
-Uhmm, mamá, cinco minutos más…
-¿Qué? -Me doy la vuelta y veo a Daniel con los brazos cruzados y una ceja levantada. Yo suelto una carcajada y él otra. Me doy la vuelta y saco un pie y luego otro de debajo de la manta; abro el ropero y saco mi bolsa-. Si quieres, puedes seguir -dice mientras me estoy bajando los pantis del pijama. Según oigo eso, vuelvo a colocar los pantis en su sitio y lo miro-. No, no, por favor, no pares, tienes buen culo.
-Sabes que solo lo hice porque estoy medio sobada, ¿no? Porque en mi sano juicio no me quitaría la ropa delante de ti.-Él se ríe y se da la vuelta.
-Puedes cambiarte, no miro.-Voy hasta donde está él y lo echo a empujones de mi habitación. Cierro la puerta, me visto, salgo y me tropiezo con algo en la entrada-. No has tardado mucho -dice mirándome desde el suelo.
-No, yo soy rápida.-Se levanta y me mira.
-Serás rápida, pero me gustaría saber cuándo te vas a poner el uniforme.
-Si quieres me lo pones en mi entierro -digo con una sonrisa sarcástica.
-Me gusta más verte así.
-Ya y a mí, el negro es el color que mejor me queda.-Suelta una carcajada.
-No lo decía por eso, me refiero a que me gusta más verte haciendo bromas, que verte llorar.
-Ah, eso, a mí también me gusta más.-Entramos en el comedor y Úrsula se levanta y se empieza a reír-. ¿Qué te pasa ahora, Barbie de porcelana?
-Me pasa que estoy viendo a una niña llorica. ¿Qué te pasa? ¿Echas de menos a tu mamá? -Intento contestarle, pero Daniel me pone una mano en la boca y me saca de ahí.
-Me gustaría decirle un par de cosas, y además tengo hambre.-Él vuelve a entrar, y sale de nuevo con un bocadillo, que me voy comiendo camino de clase. La campana suena y todo el mundo va entrando en  el aula. Cuando voy a entrar, Daniel me agarra de una mano, me estampa contra la pared y se queda mucho tiempo mirándome a los ojos. Yo lo miro y por alguna razón me entran ganas de besarle.
-¿Qué haces? -Le pregunto entrecortadamente.

-Algo que quiero hacer desde hace mucho tiempo -contesta mientras estampa sus labios contra los míos, haciendo que mi cuerpo tiemble. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 4.

Capítulo 4.

Siento la tardanza de verdad. Os dejo con el capítulo.
Beatriz:

Me deposita en el suelo de una clase que hace rato ya que ha empezado. Una mujer está delante de un montón de alumnos, explicando algo y se gira cuando ve que Arthur va a sentarse en su sitio, intentando no hacer ruido. Daniel no se mueve de mi lado y me da un ligero apretón en la mano derecha, haciendo que me sobresalte debido a su contacto inesperado.
-Hola -dice con una sonrisa la mujer que está en medio de la estancia. Había pensado que se iba a enfadar, pero me he equivocado.
-Hola -contesto quedamente, sintiéndome rara hablando delante de tantas personas. La mujer de pelo castaño se acerca a mí y posa una mano en mi hombro.
-Tú debes de ser Beatriz.-Yo asiento y me pregunto cómo sabe eso-, encantada, yo soy Luna, la profesora de control de tierra y la madre de quien parece que te ha traído a rastras hasta aquí.-La clase suelta algunas risillas.
-Si no sueltas que eres mi madre no estás contenta ¿verdad? -Miro cómo asiente Luna y veo que tiene exactamente el mismo color de ojos que Arthur y Kate. Su rostro es muy joven y se parece muchísimo a sus hijos, por no decir que ella podría ser, sin ningún inconveniente, la hermana mayor, aunque seguramente pasa de los treinta y cinco.
-Arthur, solo se lo digo para que sepa a quién tiene que avisar si intentas hacer algo raro -dice ella con una voz muy inocente. Definitivamente ya sé de quién sacó el sentido del humor Arthur.
-Como si fuera un pervertido…
-Esa conclusión la has sacado tú solito, yo no me refería a ese tipo de cosas -comenta ella-. Después de eso que acabas de decir, a saber qué le harás a la pobre Beatriz.
-Qué graciosa eres mamá, me parto el culo contigo.-Luna se encoge de hombros.
-Vuelvo a ti.-Me mira y observa la clase, buscando algo-. Puedes sentarte al lado de Miriam -dice señalando un sitio al lado de una chica de pelo negro, liso y con un flequillo recto por encima de los ojos; estos últimos son grandes, y de un color un tanto extraño, azules, tirando más al lila y con una especie de dibujos abstractos de color verde y azul claro; luego, veo que sus labios son finos y que tiene una piel clara, es muy guapa. Veo que no quiere pretender algo que no es, con solo observarla desde mi asiento. Agacho la cabeza, ya que ella me ha pillado, pero noto que me dedica una sonrisa. No estoy acostumbrada a sentarme junto a alguien, ya que, normalmente, siempre estaba sentada detrás, sola con mis pensamientos, y también con los otros marginados sociales de la clase.
-Luna -llama una voz que me resulta familiar-. ¿Por qué está esta cosa aquí? Es clase baja.
-Úrsula, respeta y, además, son asuntos que a ti no te incumben.
-Pero es incomprensible, aquí solo estamos los veinte primeros de la lista. Seguro que ni siquiera sabe utilizar la telequinesia, que es una de las cosas más sencillas. Ella nunca ha estado aquí y yo llevo desde los tres años. No se puede poner a alguien como a ella, con tan poco poder y que, encima, no sabe utilizarlo, aquí, con Daniel o conmigo. Ni siquiera le llega a la suela de los zapatos a Madeleine.
-Úrsula, deja de despreciar.-Se mete en la discusión Daniel y da un golpe en la mesa para que acabe ya.
-¡¿Por qué la proteges tanto?! ¡No lo entiendo! Casi ni la conoces y la tratas como si fuera algo de gran valor. Es solo una estúpida.
-Mira, Barbie de porcelana, he intentado aguantarme, pero como vuelva a salir un solo insulto de tu boca de trucha asquerosa, te parto la cara y todo lo que coja.-Levanto la cabeza y la miro por primera vez a los ojos. El iris es entre azul y rosa, y rodeando a la pupila un rosa intenso hace que quieras bajar la mirada. Los ojos son la puerta del alma y estoy segura de que Úrsula es un demonio por dentro con todas las condiciones. Su pelo marrón cae encima de sus hombros en rizos, su piel es blanca y sus labios son rosas y tienen una capa de brillo encima. Es alta, y tiene la figura de una modelo. Seguramente por estas cualidades físicas es por lo que se cree tanto-. O sea ¿lo captas? -digo haciendo un movimiento de cabeza, como suelen hacer las niñas pijas en la televisión. Oigo una risa escandalosa que, aunque la he escuchado pocas veces, ya sé perfectamente de quién es.
-¡Arthur, cállate! -chilla Úrsula. Suelta aire por la nariz y sin saber por qué, se me da un aire a un toro que está a punto de lanzarse sobre el torero-. ¡Yo la mato! -Y se abalanza sobre mí, sin intentar ninguno de sus truquitos, solo intentando estrangularme con sus propias manos. Sus extremidades superiores encuentran mi cuello, pero justo cuando empieza a aplicar fuerza sobre éste, sale disparada hacia el techo-. ¡Daniel, suéltame! -Me incorporo, mirando con furia a Úrsula y sin más, baja un poco y con gran velocidad vuelve a estamparse contra el techo. Algo me toca el hombro y veo que es Arthur,  está preocupado. Luego miro a Daniel y veo que en su rostro hay desconcierto y fascinación; clava sus ojos en los míos.
Bájala” es como un susurro en mi mente.
“¿Daniel?”
“Beatriz, bájala.”
“No soy yo.”
“Sí, sí que eres tú. Si fuera otra persona, Úrsula podría bajar o Luna o incluso yo, pero eres tú quien la tiene ahí arriba, eres la única aquí que tiene tanto poder como para que queramos bajarla y no podamos hacerlo.”
“Pero lo que tú estás diciendo no tiene sentido. Yo no sé utilizar mis poderes y mucho menos sé cómo bajarla.”
“Beatriz, los poderes se activan cuando sabes de su existencia y como no los sabes utilizar solo van a aparecer cuando sientas alguna amenaza. Ahora lo único que tienes que hacer para bajarla es, primero, relajarte, respirar y luego intentar que tu odio hacia ella desaparezca e imaginar que está descendiendo; venga, inténtalo.”
Miro a Úrsula, ahí arriba, sobre mi cabeza y, sin darme cuenta, una sonrisa se desliza sobre mis labios, pero en seguida me doy cuenta de que eso está mal; le echo un vistazo a Daniel, que está un poco inquieto por no ser capaz de ayudar a Úrsula, y me siento un poco culpable, pero, en el fondo, me estoy riendo de ella porque realmente se lo merece. Me giro para encontrarme con los ojos color ámbar de Arthur y siento cómo clavando mis ojos en los suyos me voy calmando. Intento respirar tranquilamente y visualizar a la Barbie en el piso. Arthur sonríe para darme ánimos, ya que creo que sabe lo que estoy intentando hacer y eso me ayuda.
-Has tardado un poco y tal, ¿no? -Sé que está en el piso cuando oigo esto, ¿encima que la bajo se pone así? De verdad, las cosas que tengo que aguantar de una Barbie desfasada.
-Al menos te he bajado -dice Daniel cortándola.
-Ya, vale.
Pasan las horas y llega el almuerzo, una hora que creo que no es muy buena para mí. Entro en el comedor y veo que mi padre está sentado en una mesa al fondo de la estancia con un montón de hombres y mujeres, más bien mayores. Entre ellos, encuentro a Luna.
-¿Siempre almuerzan con nosotros? -Le pregunto a Arthur, ya que Daniel se ha adelantado.
-No, solo los viernes.
-¿Por qué tengo que empezar un viernes?
-¿No tenías ganas de ver a tu padre?
-¿Yo? ¿Tú qué fumas? -Suelta una carcajada tan ruidosa que se oye por encima de todos los murmullos y mi padre me mira. Me da una ojeada y niega con la cabeza-. ¿Por qué hace eso?
-No llevas el uniforme y es una de las normas sagradas de la escuela.
-Pues que no se haga ilusiones, porque eso yo no me lo pongo ni muerta.
-Acabaras poniéndotelo, ya verás.
-¿Tienes un nido de pájaros en los oídos o algo? ¿Qué es lo que no entiendes del “no me lo pongo ni muerta”?
-No conoces a tu padre enfadado, da miedito, miedito.-Sonrío al ver su cara y él sonríe conmigo-. Deberías sonreír más a menudo, eres preciosa.-Me ruborizo y bajo la cabeza; es la primera vez que alguien me dice algo así y como muchas cosas, últimamente, me resulta extraño. Arthur y yo nos ponemos en una cola para elegir comida; cojo una ensalada, una botella de agua, un yogurt y un trozo de lo que parece ser un filete a la plancha. Nos sentamos en la mesa y observo que ya no queda nadie cogiendo comida. Mi padre hace un gesto con la mano y todos se levantan, hacen una reverencia y se vuelven a sentar. Yo miro todo desde el asiento que tengo entre Daniel y Arthur. En frente, después de no haberla visto en todo el día, veo a Kate que está hablando entre susurros con otra chica de ojos amarillos.
-Hola a todos. Hoy, como todos los viernes, hablaremos de los conflictos que hay, tanto dentro como fuera, de este establecimiento, pero antes, me gustaría presentaros a todos a una nueva alumna: Beatriz Scarlett McClain. Ven, acércate -maldigo a mi padre en un susurro y me levanto, miro a las personas que están sentadas ahí, y sé que a la mayoría no les importo, sobretodo, porque, como dice Arthur, soy de clase “baja”-. Esta es Beatriz, mi hija.-De repente oigo unos gritos y un fuerte golpe en una mesa, miro a mi alrededor y veo que Daniel está levantado y con las manos sobre la mesa. Su bandeja ha volado y le ha caído de lleno a un chico encima, pero al ver quién la ha tirado, se sienta e intenta quitarse los espaguetis con una servilleta.
-¡Quedamos en que no se lo íbamos a decir a nadie! -grita Daniel, algo desesperado.
-Cállate, tú solo te tienes que ocupar de cuidarla, lo demás déjamelo a mí.
 -Así me va a resultar más difícil esa tarea; sabes perfectamente que hay personas que juegan a dos bandos aquí, y te recuerdo que con Goliat y esa gente yo tengo poco que hacer.
-Daniel, solo preocúpate de cuidarla de la gente de aquí, y esta discusión ya ha acabado.
-¿Cómo va a ser tu hija? No tiene tus ojos -interviene Úrsula, preguntando en voz alta lo mismo que se les pasa a todos por la cabeza. Sin que mi padre me diga nada, me quito las lentillas y la miro a la cara.

-Existen las lentillas -digo enseñándoselas. Úrsula abre los ojos y baja la cabeza humillada. Por primera vez desde que llegué a este lugar, me siento poderosa y me gusta, pero algo dentro de mí me advierte de que nada va a ser fácil de ahora en adelante.