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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sin corazón: El comienzo. Capítulo 6.

Capítulo 6.

Bueno, veamos, no es que me olvide de vosotros... sino que se me olvida subir, cosa que en mi opinión, no es lo mismo. En mi defensa ante esto diré, ¡que 1º de bachiller me consume la vida! Tal vez no hasta ese punto, pero mis nervios, mi capacidad cerebral y mi tiempo, sí. Quien haya pasado o esté pasando por está etapa, me entenderá. Por quien quiera saber de mis estudios, en mis primeros meses, gracias a Dios, no han habido suspensos, ¡vivan las noches en vela! Ahora os dejo con varios capítulos, una especie de maratón hasta que me aburra de hacer copia y pega. Besosss!!!

Beatriz:

Se separa y me mira directamente a los ojos, me coge de la mano y tira de mí para entrar en el aula.
-¿Cómo has podido? -Nos interrumpe alguien. La miro y una sonrisa se posa en mis labios al ver a Úrsula con algunas lágrimas en los ojos. Daniel sigue adelante como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Entro en la estancia y suelto la mano de Daniel. En ese momento entra Úrsula y detrás Arthur, levanto la vista y miro a este último. Me está mirando con los ojos tristes; es la primera vez, desde que lo conozco, que lo veo así. Agacha la cabeza, parece que le duele el contacto de nuestros ojos; se sienta en su sitio y la clase empieza. Se me hace eterna, solo quiero que termine ya, pero parece casi imposible. Suena el timbre de cambio de hora, me levanto de mi asiento y me dirijo al sitio de Arthur, ya que en este lugar los profesores son los que cambian de aula.
-¿Te pasa algo? -pregunto agachándome a su lado.
-Absolutamente nada.
-No me mientas, parece que has visto un fantasma.
-Bueno, eso tan extraño no sería ¿no crees?
-No intentes cambiarme de tema, Arthur.
-Beatriz, por favor, no insistas y siéntate en tu sitio. Mi madre tiene paciencia, pero no tanta.-Miro a la pizarra y veo a Luna, de pie, con las manos sobre el pecho, esperando a que yo vaya a donde debería estar. Me levanto y empiezo a caminar hasta mi pupitre.
-No tan deprisa Beatriz, por favor, acércate.-Esas palabras hacen que me recorra un escalofrío. Giro y voy hacia ella.
-¿Sí, Luna?
-¿Eres capaz de alzarme, mantenerme arriba durante al menos cinco segundos y bajarme sin que reciba ni un solo rasguño? -suspiro y la miro, ¿de verdad me ve capaz de hacer eso? La verdad es que yo debería de haber estado practicando, pero con todo lo que tengo en la cabeza, me ha resultado imposible. ¿Ellos no ven que todo lo que están haciendo conmigo es ilegal? ¡Que me han raptado y me tienen aquí atrapada en contra de mi voluntad! 
No es difícil, solo intenta hacer lo mismo que la otra vez”
“Vale, como lo hice la última vez…” respiro. “Espera un momento. ¡No tengo ni idea de cómo lo hice la última vez!”
“Solo tienes que imaginar que la subes, es exactamente lo que hiciste para bajar a Úrsula, no tiene más ciencia.”
“Para ti es fácil, llevas haciéndolo toda tu vida”
“A ver, enfoca tu poder en ella, imagina que algo sale de ti y hace que ella se eleve, venga hazlo.” Hago lo que Daniel me dice y veo cómo la profesora va tomando altura. “Ahora, para mantenerla arriba va a ser mejor que extiendas la mano y apuntes hacia ella, con eso podrás mantenerla ahí o podrás moverla por la habitación. La mano aumenta el poder a los principiantes y a los de poder medio, ni yo sé hacer hechizos sin mover la mano todavía.  Por eso, normalmente, en las películas y eso la utilizan.”
Levanto la mano y muevo a la profesora por encima de la clase; ella sonríe y me hace un gesto para que la baje.
“¿Y ahora qué, listo?”
“Lo mismo que con Úrsula, respira e imagina que la bajas.” Bajo a Luna, ella me mira sorprendida y yo le sonrío.
-Muy bien, ¿has estado practicando?
-Sí -miento. Ella asiente y hace otro gesto para que me vaya a mi sitio. Saco la libreta y apunto lo que Luna pone en la pizarra, son consejos para hechizos que yo todavía no he aprendido a hacer, pero los apunto porque seguramente algún día los necesitaré. Lo que me gusta de las clases de Luna es que con ella te diviertes, los conjuros son fáciles con ella.
Ella enseña control de tierra, aparte de cosas sencillas como lo que acabo de hacer; Alan, control de agua; Christopher, control de aire y Anabel, control de fuego. Todos y cada uno de ellos saben utilizar los cuatro elementos, pero cómo no, enseñan el mejor que se les da. Tenemos cuatro horas a la semana con ellos, y las demás horas restantes hacemos clases normales. Antes, según Daniel, tenían clases por las tardes, pero vieron que eso agobiaba al alumnado y que no ayudaba en lo más mínimo, así que las quitaron. 
Saco la agenda para mirar que toca después, todavía no me he aprendido el horario. Almuerzo, se me había olvidado. Es viernes otra vez, ha pasado ya una semana desde que he empezado y ya hace una semana que todo el mundo sabe quién soy yo. Ya he tenido: dos horas de control de fuego, una  hora de matemáticas, una hora de historia y dos horas de control de tierra. Debería de haber tenido control de tierra en las dos primeras horas, pero Luna le había pedido a Anabel que le cambiara las horas porque tenía unos asuntos pendientes.
Suena el timbre y me levanto con la intención de hablar con Daniel de lo ocurrido, me encantó que me besara, pero jamás admitiré eso delante de él hasta oír la razón. 
-Daniel, me gustaría hablar contigo en privado -digo acercándome a su mesa. Él asiente un poco extrañado, pero coge sus cosas y sale de la clase conmigo. Esperamos a que todos entren en el comedor y Daniel y yo nos detenemos en una esquina cerca de esta última sala.
-Date prisa, tu padre se dará cuenta de que no estás ahí -dice mirando hacia el pasillo.
-¿Por qué hiciste lo de antes? -Al oír mi pregunta me mira algo desconcertado y con los ojos como platos, pero a los pocos segundos se le pasa.
-¿No te querías vengar de Úrsula? ¿Qué mejor forma que esa?
-¿Fue solo por eso? -Todas las esperanzas y sueños que había tenido hacía un momento me caen en la cara como un cubo de agua fría. Las lágrimas quieren salir, pero soy una experta en mantener el semblante exactamente igual que siempre, aun teniendo ganas de salir corriendo, así que las mantengo sin mucho esfuerzo.
-Sí… ¿Qué pensaste que fue?
-No lo sé -digo con un nudo en la garganta. Parece que él no se da cuenta de todo lo que está pasando dentro de mí justo en este momento-. Solo pensé que era otra cosa. Como a mí me tratas diferente y te preocupas por mí y esas cosas…
-¡Solo me preocupo por ti porque eres la hija del Maestro!
-Pues conmigo sonríes y dice Arthur que nunca sueles hacer eso.
-Intento ser simpático.
-¿Y para ser simpático dices cosas como…”Cada vez que tengas miedo, cada vez que necesites a alguien, para cualquier cosa, siempre llámame a mí, que seré cualquier cosa que tú necesites”?
-Pensé que estabas dormida…-dice en un susurro que él espera que yo no haya escuchado.
-¿Qué?
-¿Cuándo, supuestamente, dije eso?
-Cuando te acostaste conmigo para que no llorase más.
-Me tumbé al lado tuyo, eso es verdad, pero no dije esas palabras. Jamás te diría eso a ti, solo eres un bicho raro a la que tengo que soportar.
-¿Cómo has dicho? -pregunto soltando una lágrima, es demasiado. No sé el porqué, pero sé que esas palabras en su boca son como ácido para mí.
-Pues que eres…
-Ya te he oído, solo es que no me puedo creer que tú me hayas dicho eso, pensé que eras mi amigo.-Salgo corriendo hacia la cafetería, me planto delante de todos con el rostro lleno de pequeñas gotitas de agua salada que se deslizan para desaparecer. Y en lo único que puedo pensar es en que yo quiero desaparecer como ellas-. Me quiero ir de aquí y como no me dejes me iré yo por mi propia cuenta.-Mi padre se levanta sorprendido con la intención de preguntarme qué es lo que me ha pasado, pero alguien se la quita de la boca.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué lloras? -pregunta sobresaltado Arthur. Se acerca a mí corriendo y me abraza muy fuerte. Agradezco este abrazo ya que sé que él jamás me llamará bicho raro, ni me insultará, ni me dejará por nada del mundo. Lo miro a los ojos para que sepa que aquí no se lo voy a contar. Él me mira durante unos segundos más y luego asiente con la cabeza
-Me quiero ir -repito.
-No puedes, es peligroso.
-Me da igual, aquí soy infeliz, quiero volver con mi madre. Quiero saber cómo está.
-Tu madre está bien.
-¿Cómo lo sabes?
-¿Qué cómo lo sé? Pues fácil, lo sé.-Lo miro y me doy cuenta de que no vale discutir con él. Yo estoy mal, él no quiere que me vaya, en fin, que hasta yo sé sumar dos más dos. Intento deshacerme de los brazos de Arthur y salgo con paso lento hasta que él cierra las puertas tras de sí y yo vuelvo a salir corriendo, pero esta vez a mi habitación. Me caigo en la cama boca abajo y empiezo a llorar desconsoladamente.
-Beatriz… Cuéntame lo que ha pasado.
-¿Por qué me pasan estas cosas a mí? -pregunto girándome, sentándome en la cama y colocándome entre los brazos de Arthur.
-¿Todo esto tiene algo que ver con el beso de esta mañana entre Daniel y tú?
-¿Cómo sabes tú eso?
-Pues porque os vi -responde con una sonrisa triste.
-La verdad es que sí que tiene que ver… Me ha dicho que soy un bicho raro y esas palabras me han dolido más que nunca -me limpia las lágrimas y hace que le mire a los ojos.

-Te juro que yo jamás te diré esas cosas y si alguien te lo vuelve a decir, no llores, porque tú no eres un bicho raro, eres una princesa hermosa encerrada en un estúpido castillo lleno de dragones.

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