Capítulo
7.
Arthur:
Se ha
dormido en mi pecho, es preciosa. No entiendo cómo Daniel ha podido decirle
eso. Sé que no lo piensa, lo sé porque lo conozco. Coloco lentamente la cabeza
de Beatriz en la almohada. Le echo un último vistazo a su rostro y salgo de la
habitación muy a mi pesar. Camino por el
pasillo oscuro a toda velocidad, la habitación de Daniel está en el área
restringida al alumnado. Supongo que ser quien es le ha ayudado a estar ahí.
Intento contactar con su mente para saber si está al otro lado de la puerta,
pero la tiene bloqueada; algo le pasa y no quiere que nadie más lo sepa. Toco
en la puerta varias veces y el fechillo de la puerta se abre y la puerta con
él. Entro y cómo no, las luces están apagadas; busco a tientas el interruptor y
lo aprieto, está sentado en la cama, pasándose la bola de cristal que su madre
le regaló de pequeño, de una mano a otra.
-Ya sé qué me vienes a
decir -dice con la voz ronca, realmente, él no le quería decir eso, incluso
está enfadado consigo mismo-. Puedes irte por donde mismo has venido, sé que
sabes la respuesta a mi comportamiento.
-Sí, es cierto, pero no
lo comprendo. ¿Por qué le haces daño? Es tu amiga, la consideras como tal, has
dejado que entre en tu vida, has bajado la barrera con ella ¿por qué la vuelves
a subir?
-¿De verdad que no lo
vez, Arthur? O simplemente es que…
-No lo quiero ver -termino
yo.
-Es la primera vez en
toda mi vida que he dejado que una chica entre a mi vida de esta manera. Al
principio solo era la hija de “Él”, pero eso fue cuando todavía no la conocía. Joder,
Arthur, que cuando la vi, cuando la miré a los ojos, cuando vi su precioso
rostro… No pude hacer nada y ahora intento corregirlo.
-¿Corregir el qué?
-El haberla tratado
como la he tratado; jamás debí haberle hablado, jamás debí haberla abrazado y
mucho menos haberla besado.
-Pero ¿por qué te
empeñas en alejarla de ti? No ves que estás…
-No lo digas, ni se te
ocurra.
-Es la verdad, Daniel,
ya es tarde para intentar cambiar el destino.
-No quiero hacerle
daño, Arthur, y además, para ti es mejor, ¿pretendías ocultarlo? Sé que tú
también te has enamorado de ella.
-Pero ella te quiere a
ti.
-Contigo va a estar
mejor.
-Puede que sí, pero no
puedo obligarla a que cambie de opinión.
-Arthur, no la quiero
perder.
-No tiene por qué pasar
eso.
-Todas las personas que
quiero se van.
-Solo pasó con tus
padres y no fue culpa tuya.
-Lo sé… -dice no muy
convencido, como si ocultara algo, pero, seguramente, son cosas mías-. Fue
culpa de Draco.
-¿Entonces por qué te
mortificas tanto?
-Porque Draco también
va detrás de ella.
-Pues en vez de hacer
que llore por ti, deberías protegerla.
-¿Ha llorado mucho? -pregunta
apretando la bola de cristal.
-Ha dicho que esas
palabras viniendo de ti han dolido más que nunca.
-Odio tratarla así, no
se lo merece -dice dejando la bola encima de la mesilla de noche.
-Me he colado en su
mente y sé que ella jamás pensó que tú le dijeras eso.
-Ya, supongo que ni yo
lo llegué a pensar; solo es que no me atrevía a decirle la verdad.-Me acuesto
en la cama a su lado-. Arthur, ¿no te da rabia que yo me quede con la chica? ¿Ni
siquiera vas a intentar quitármela?
-¿Quién te ha dicho que
no lo voy a intentar?
-Tu mente te delata.
-Mierda, se me olvidó
subir la barrera.
-Igualmente hubiera
entrado en tu mente, eso es lo que tiene ser superior.
-Sí, cierto, eres
superior, pero solo haciendo idioteces.-Consigo que sonría, pero sus ojos
verdes demuestran que está mal.
-Arthur, en serio ¿por
qué no lo intentas?
-Sabes la respuesta.
-No, hasta ese punto no
llegué y no tengo suficientes ganas como para pasar todas esas barreras que has
puesto.
-Solo quiero que ella
sea feliz y conmigo no lo va a ser.
-Eso no lo sabes.
-Daniel, que entro en
su mente cada vez que me da la gana y sé cómo se siente en cada momento.
-En serio, le tengo que
enseñar a subir barreras, así está indefensa.
-¿Ves por qué no la
puedes dejar? Cualquiera le podría hacer daño, Úrsula una de ellas, y yo a Úrsula puedo
entretenerla, pero no vencerla y sabes que ella le tiene ganas.
-Se tienen ganas
mutuamente.
-Cierto.-Miro el techo y
me quedo así durante mucho tiempo.
-Arthur, deberías
intentarlo.
-No quiero hacerme
esperanzas y luego…
-Como quieras.
-Pero eso sí, Daniel,
no le hagas más daño, si no sí que lo intentaré, y te aseguro que intentaré todo
lo posible.-Él se ríe.
-Eh, que yo todavía no sé
lo que voy a hacer, no sé si estoy preparado ¿y si la pierdo?
-No creo que la
pierdas, además, solo intenta ser feliz con ella, enséñala a defenderse y
seguro que no le pasa nada.
-Voy a hablar con ella.
-Está durmiendo.
-No importa, me quedaré
junto a ella hasta que se despierte, luego le contare todo. Espero que me
perdone.
-El amor es ciego,
seguro que sí que te perdona.-Se levanta de la cama, pero antes de salir se
mira en el espejo.
-¿Me cambio de ropa?
-¿Quién eres tú y qué
has hecho con Daniel? -Levanta una ceja y empezamos los dos a reírnos.
-Arthur, deséame suerte
–asiento. Él se va y yo me quedo en su habitación, pensando en que si lo que he
hecho está bien o debería de haberme quedado yo con ella.
Daniel:
Cierro la puerta y dejo
a Arthur dentro; la verdad es que no sé qué habría pasado si él no llega a
haber venido a mi habitación. Intento tranquilizarme, sé que si no lo hago
terminaré insultándola otra vez y estoy seguro de que si hago eso, Arthur me
matará, la quiere mucho, pero estoy seguro de que no más que yo. Aunque lo que
hice demuestra todo lo contrario.
Entro en su habitación
sin tocar, sé que está dormida y no la quiero despertar. Me acuesto a su lado,
ella se da la vuelta, posa la cabeza en mi pecho y en poco tiempo me quedo
dormido.
-¿Arthur? Arthur, gracias
por quedarte aquí conmigo.-Su voz me despierta y, al principio, me sorprende
que me llame Arthur, pero luego lo recuerdo todo.
-No soy Arthur -digo en
un susurro tan bajo que no sé si lo ha oído.
-¿Qué haces tú aquí? -pregunta
levantando la cabeza y quedándose de rodillas.
-Beatriz, déjame
explicártelo.
-¿Qué me vas a
explicar? ¿Me vas a explicar cómo se insulta? Porque la verdad es que ya me lo
explicaste el otro día; solo hay que decir una palabra hiriente y ya, como…
¿bicho raro?
-Beatriz, yo no te
quería decir eso, de verdad.
-¿Entonces algún ser
malvado, como Úrsula, hizo un clon tuyo e hizo que me dijera esas palabras?
-No, Beatriz, solo
escúchame, por favor.-La miré a los ojos y algo la hizo cambiar de opinión.
-Tienes cinco minutos.
-Puede que tarde un
poco más.
-Más te vale que sea
convincente -dice y yo no puedo hacer otra cosa que soltar una carcajada. Ella
me dedica una mirada asesina.
-No sé cómo empezar.
-¿Te ayudo? ¿Qué tal si
empiezas por el principio?-suspiro, la verdad es que a veces su sarcasmo me
saca de quicio.
-Cuando era pequeño, yo
adoraba a mis padres y un día, Draco, que se puede decir que es la persona que
se la tiene jurada a tu padre y, por lo tanto, a ti también, por ser su hija,
los mató. Desde ese día juré que no volvería a querer a nadie, porque ese día
no solo mataron a mis padres, no solo mataron una parte de mí, sino que…-Me
paro, no sé si seguir contando, no sé si ella debería saber eso; solo lo sabe
“Él”, ni siquiera lo sabe Arthur.
-¿Que…? -La miro a los
ojos de nuevo y sé que ella va a guardar mi secreto, lo que tanto tiempo he
estado guardando dentro de mí.
-Sino que también se
llevaron a mi hermano mayor… Él era mi
mejor amigo, era quien me cuidaba, quien me abrazaba cuando había una tormenta
o cualquier cosa que me diera miedo. Beatriz, me puedes culpar por haberte
insultado, pero no me culpes por tener
miedo de quererte más y después perderte. Todas las personas se van y me dejan
y… -Lloro, e interiormente me río de mí mismo por ser tan patético. Soy
estricto, antipático y arisco porque no quiero que nadie me vea así, como me
estoy mostrando delante de ella. Beatriz se levanta y me abraza. He sido un
capullo con ella por haberle hecho lo que a ella más le duele, pero, en cambio,
ella está ahí, abrazándome e intentando que yo deje de llorar. Parezco un niño…
Un niño solo y dolorido.
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